Creemos que fortalecer económicamente las librerías es la mejor inversión posible para el sector del libro. Por un lado, las librerías son el final del recorrido de la cadena de valor pero también son la forma más democrática de potenciar económicamente el ecosistema del libro.
Una librería vende de forma desprejuiciada los libros que considera mejores según el variado criterio de las y los libreros que la encabezan. Si realmente entendemos el mundo del libro como un ecosistema entonces entendemos que somos interdependientes unas de otros y que las librerías son un punto decisivo en la mejora sustancial de la bibliodiversidad.
Cada vez que una librería vende un libro se activa un círculo virtuoso. La venta impacta en el trabajo de la distribuidora (que le da trabajo a administrativos, fleteros, contadores, promotores, diseñadores, community managers, etc.), que a su vez es rendido a las editoriales (que dan trabajo a diseñadoras, correctoras, traductoras, maquetadoras, editoras, community managers e ilustradoras), que a su vez le pagan sus regalías a los y las autoras.
Por otro lado, las librerías son espacios de un valor comunal y cultural inestimable. Por la lógica misma de alquileres es muy sencillo que sean reemplazadas por negocios que generen más dinero y puedan pagar alquileres más altos. No queremos avenidas ni barrios sin librerías. Tanto por su trabajo dinamizador de la cultura como por su rol comunitario activo debemos fortalecer su actividad.
Por esta razón creemos que parte del premio debe ser invertido en la compra de libros para aumentar el acervo de la librería y para potenciar el círculo virtuoso del ecosistema de la edición. La razón por la cual se piensa en la FED como espacio para realizar la compra es que su proceso curatorial aúna a gran parte de las editoriales pequeñas y medianas que traducen, diseñan, editan e imprimen en el país.